Elena
tiene 41 años y la tez aceitunada de rasgos finos. Su marido es "un
parado de larga duración" carpintero sin carpintería, ni martillo ni
hoz. Dos hijos pequeños que "comen de lo que hay, naranjas, pues
naranjas", y un perrito juguetón cn el hociquillo manchado de blanco que
rescataron de un contenedor. Elena cuida a mi padre, lo levanta por las
mañanas, le ayuda a asearse y lo viste, le da el desayuno y se lo lleva
a caminar a su pasito quedo. Luego cuando
vuelven, mi madre, además del dinero, siempre le tiene algo preparado,
unos bollos, un par de calcetines pequeños o unos lápices de colores.
Elena no hace el menor amago de rechazo, y tras abrazar a su patrona aprieta contra el pecho el regalo. "Es usted muy buena, Toñi", dice cn la mirada brillante antes de girarse y salir del pequeño recibidor. Mi madre cierra la puerta, nos miramos, "es una bellísima persona" musita, yo asiento levemente, y en mi corazón hay un poquito más de luz y amor.
Para Elena, la triste enfermedad mental de mi padre ha resultado ser una bendición.
Elena no hace el menor amago de rechazo, y tras abrazar a su patrona aprieta contra el pecho el regalo. "Es usted muy buena, Toñi", dice cn la mirada brillante antes de girarse y salir del pequeño recibidor. Mi madre cierra la puerta, nos miramos, "es una bellísima persona" musita, yo asiento levemente, y en mi corazón hay un poquito más de luz y amor.
Para Elena, la triste enfermedad mental de mi padre ha resultado ser una bendición.
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