jueves, 29 de diciembre de 2011

El instrumento que todos sabemos tocar


Como otros muchos he tenido amor de hermanos, de padre y madre, de amigos de la niñez. Y luego, cuando me llegó el otro amor, comprobé que la reciprocidad es un asunto delicado, que los juegos del cariño tienen bordes afilados, y que cuanto más bella es la luz del día más oscura e inhospitalaria nos parece la lóbrega noche sin luna.

Pero con el tiempo he ido entendiendo que el amor es un arte muy mayor, no es cualquier cosa amar, pues aunque el amor en sí es absolutamente inclasificable, inabarcable, inmarcesible y, a veces, completamente incomprensible, en la práctica es como tañir un bello instrumento de hermoso sonido cuyo secreto manejo conocemos ya al nacer, pero en cuyo arte podemos perfeccionarnos en un delicioso camino sin final. 

Y desde luego siento que ese instrumento fue creado para tocarlo al unísono con otros seres. Con mis amigos me encanta componer melodías de vida, luz y alegría. Pero confieso un secreto, me pierden los duos, esos bellísimos momentos, música de las esferas, delicadas composiciones que nos acarician por dentro, instantes en los que tu música y la mía giran, se enfrentan y finalmente se engarzan en una joya de la armonía que nos toca el alma para siempre.
¡Qué pena que éstos abunden tan poco!

sábado, 24 de diciembre de 2011

Seguramente, él


Cuando despertaba en medio de la noche y acertaba a distinguir las montañas suaves de tu cuerpo, tendido junto al mío, una tentación cautelosa sacudía mis entrañas, mirándote ser, con ese rítmo lento que da curso a la vida, sintiendo tu calor como un envoltorio tierno, mientras tú, seguramente, ya soñabas mundos de ángeles a su lado.
También estaban esas mañanas en que todo era como debía ser, la existencia un cántico sentido, una alabanza a la danza precisa de los astros, conocida y nueva, tostadas y coladas de lava, tomate y témpanos a la deriva, aceite y emociones que fibrilan, sal seca, pero también humedad en las acequias del sentir, cada cosa en su sitio, o en el sitio de otra, o sin sitio alguno, flotando leve, la certeza de tu imagen construida en mi neblina neuronal, bajo el círculo sonoro del reloj de cocina al que siempre le fallaban las pilas, mientras tú, seguramente, ya atravesabas de su mano océanos de conciencia dilatada.

Luego horas que pasaban, emociones lentas, desanudándose en la pereza, configurábamos nuestros mundos, yo te ansiaba, te ansiaba ... y los reinos binarios atenazaban mis tejidos tibios, sin hallar el punto preciso que pudiera invertir la causa de los débiles, mientras tú, seguramente, ya tratabas con él la razón no trivial que se esconde en el Sexo Sagrado.

Recuerdo cuando entendí que el Universo colapsaba en la curva de tus labios, cuando tuve tus caderas, y mis besos, como pequeñas impaciencias torpes, alimentaban el arroyo breve del placer, y de tus gozosas explosiones tenues y mis cantos roncos, guardaré para siempre un registro hermoso en el cofre oscuro de mi alma.

Al final te alejaste, sentías amor cosmogónico, yo sólo veía trigo verde en tu mirada, pulsándome adentro, en los cauces rojos que apacientan la vida, mientras tú, seguramente, querías hacer aflorar junto a él al Ser celestial que habita en ti, y yo como un pirata herido al final de la lucha, preferí, ya sin corazón, hundirme lentamente, en este mar informe donde aun busco la paz.


Esperanza

Alzo al fin mi voz ante las torres oscuras,
siendo lo que soy y no como me imaginan,
como me roban los que juzgan su consejo adecuado,
quienes sin venir a mi logran que pliegue mis alas.
(no os deseo conmigo, sois flores falsas,
sois espejismos que distorsionan mi cordura).
Pero tú sí, desposada de la danza,
ven amor que mora en los sonidos bellos,
tomaré la esperanza que me traes,
y nos cubriremos con su manto blanco,
y caeremos leves por los valles de los hombres,
mientras anudamos nuestros afanes,
para cubrir la tierra de bendiciones húmedas.