sábado, 30 de mayo de 2015

UN AMOR DE RATA

A veces los sueños locos resultan en impagables maestros de verdad. Hasta no hace muchos años mis correrías nocturnas por el universo dormido se convertían con frecuencia en delirantes pesadillas en las que feas, grises, repugnantes, agresivas, malolientes hordas de ratas, encarnación de lo diabólico, de mi sombra y de mi dolor, me acechaban desde lo más siniestro de mis profundidades, me agobiaban, perseguían, acorralaban, torturaban y finalmente devoraban con lenta fruición. Horror es decir poco para lo que yo podía llegar a sentir una interminable noche de aquellas.

Pues bien, hace un par de noches volví a soñar con ratas, bueno no, con una única rata. Gris y gordita y poco agraciada y ... un amor. En mi sueño ella solía esconderse entre mis cabellos (je je, algo más abundantes en el sueño que en la despierta realidad) para observar atentamente el mundo que nos rodeaba. Otras veces viajaba en el bolsillo de mi chaqueta, curiosa, con su cabecita bien fuera para no perder detalle, y construir teorías hermosas y chocantes sobre la existencia y mis congéneres los humanos, ideas que compartía continuamente conmigo. Porque la ratita hablaba, a lo Firmin, inteligente, afectuosa, entrañable. Era como una especie de alma gemela, pero en versión roedor. He pensado que la voy a llamar Dilory, la ratita de I'm an Albatraoz, "Dilory was a witch, yeah a sneaky little bitch"
Como decía la gran Mercedes Sosa, cambia, todo cambia.