jueves, 21 de agosto de 2014

LA CULPA

Conozco personas, a alguna de las cuales amo con todo mi ser, que viven o han vivido momentos más o menos extensos de su vida oprimidos por el sentimiento de culpa. A ellos especialmente, si así lo desean, va dedicada esta reflexión.
No sé si tú lo ves, pero a mí la Naturaleza, el Universo al completo, me parece algo descomunalmente perfecto, con sus equilibrios exactos, su ininterrumpida sucesión de causas y efectos que son causas de otros efectos, su caos que es un prodigio de orden, su simple complejidad. No hay nada que no tenga un por qué, una razón precisa e inmejorable. La inteligencia que organiza todo esto es tan increíble que si me dejo sentir me quedo paralizado de gozo y estupefacto ante algo que siento que me supera infinitamente, algo que me impone un respeto sagrado.
Entonces, yo me pregunto ¿por qué nos culpamos? ¿De dónde nace esa enfermedad del alma, la culpa, esa pérdida enorme de energía, ese salirnos de nuestro centro?
¿Acaso alguien cree de verdad que lo que hacemos podría haber sido de otro modo? ¿En serio? ¿Alguien piensa que había otra opción?  ¿Que algo falló en el Cosmos y que por eso tú diste ese paso del que ahora te culpas?¿Alguien cree que un otro él, con la misma carga genética y la misma, exactamente la misma historia personal, hubiera podido hacer algo diferente? Siento que la respuesta a todas estas preguntas es que no.
¿Significa esto que somos una especie de autómatas esclavos de las circunstancias?  Pues creo que depende. El ser humano no consciente, el que duerme el sueño de la vida normalizada y previsible, del código de conducta que intentan imponernos desde que llegamos aquí, para hacernos una masa homogénea, para controlarnos, ése sí es un robot que sigue un programa. Actúa o se inhibe porque es lo normal, o porque es su 'obligación' , o por miedo, o por culpa, que es otra forma de miedo.
Pero hay otros seres humanos que construyen su camino, porque creen en el amor, que es el infinito poder creador del Universo y saben que lo tienen muy a mano, en todos y cada uno de nosotros. Esos seres sienten que la única forma de salir de los raíles que dirigen nuestra vida, la única forma de abandonar el tedio y la insatisfacción que acechan en lo profundo, es conectando, dentro de sí mismos, con la fuerza creadora del Universo, el AMOR. Y son conscientes de que eso sólo se puede hacer en el momento que se precipita entre lo que fuimos y lo que queremos crear, es decir, en el ahora.
Yo creo mi futuro, e intento no hacerlo desde la culpa y el miedo, sino desde el libre albedrío y el amor.
¿Y tú? ¿Te permites crear? ¿Eliges la culpa? ¿O estás en el amor?
Un amoroso abrazo, hermanitos.

martes, 19 de agosto de 2014

PACIENCIA

No sé si a vosotros os pasa, pero a mí, cuando deseo algo con todo mi ser, me olvido completamente de que las cosas que de verdad merecen la pena llevan su tiempo.
La paciencia es una labor de puntada chiquita. Avanza con su pasito de caracol mientras tú, como poco, esperas ser teletransportado. Segundos en los que caben minutos, que podrían ser horas, o meses, o eras. Y a mí me parece que todo sigue igual, que nada se ha movido. Y cuando lo que zurces son los jirones de tu corazón, una bruma espesa como plomo líquido te lastra el alma. Y aunque sabes que el Universo premia a quienes confían, hay ocasiones en que desearías hundirte en una sima sin fondo y acabar para siempre. Pero no hay nada que permanezca, todo fluye y se transforma. Y un día compruebas incrédulo que  el ciclo se cerró y el fruto maduro reposa a tus pies, y que todo tenía un por qué, las esperas, lo que amargaba, el dolor, la rabia, la orilla que nunca alcanzabas.


domingo, 17 de agosto de 2014

FLUIR

A veces, cuando queremos "fluir", dejar que sea el Universo el que haga el trabajo, se nos olvida que nosotros también somos Universo, y además, con mucha frecuencia la parte del Universo más interesada en ese trabajo que renunciamos a asumir directamente.

jueves, 14 de agosto de 2014

HACIA EL FINAL DE TODO

El anciano mira hacia el suelo, es capaz de permanecer horas así, sentado en la vieja mecedora, en lo que aparenta ser profunda tranquilidad, en un rincón, a la sombra del árbol de fuego, en el fresco de la mañana o al calor de la tarde. Junto a él, de pie, un hombre de mediana edad que sostiene una bicicleta de montaña.
–Hoy he subido con la bicicleta a la Atalaya de la Umbría. ¿Sabes cuál es, la de la caseta de vigilancia de incendios? ¿Recuerdas?
–No, … no me acuerdo – dice el viejo con un hilo de voz.
–Sí hombre, la montaña que hay a la izquierda según se va desde Fuente Nueva a Orce.
–Ah, ahora, sí, creo que sí.


– ¿La caseta …?
– Sí, allí suben, vigilan los fuegos, sí.
–Ven, anda, levanta que te la enseño, se ve allí, detrás del arbusto. Está precioso el campo a esta hora de la mañana.
–No, no puedo.
–¿Cómo que no puedes? ¿Es que has dejado de pronto de poder andar?
– Que no puedo. Déjame.
El hombre más joven se acerca al anciano. Mira con detenimiento y ternura en el fondo de sus ojos esquivos. Con voz suave y calmada le pide – Venga, dame la mano, por favor –. Pero el viejecillo cruza los brazos con ademán nervioso y se encoje en la mecedora. Es un niño chiquito con rostro agrietado y pelo blanco, retrepado en su silleta infantil, cerrado en sí mismo, tan delgado, frágil como una vara fina de madera comida por la termita. El hombre lo coge con cuidado por los hombros, gira tras la mecedora y pone las manos bajo sus axilas, luego con un movimiento suave lo levanta prácticamente en vilo, hasta que el anciano estira las piernas para apoyarlas en el suelo. A su lado el joven, que no es corpulento, parece un gigante, le ha echado el brazo sobre el hombro y con la otra mano lo sujeta con firmeza.
– Anda conmigo. ¿Sabes? Desde la Atalaya vi alzar el vuelo a un montón de buitres. Seguramente acababan de atiborrarse de algún triste cadáver, pero volaban sin esfuerzo, aprovechando la fresca brisa de esta mañana, con una gracia infinita. Dura pero bella. ¿Verdad? La vida, digo.
– No sé –balbucea el viejito.
– Hay belleza, joder. Hay una belleza enorme, está ahí para nosotros, para que la disfrutemos, sólo tenemos que dejar que entre en nosotros, por los ojos, oídos, piel … sólo aceptar y relajarnos.
– No puedo.
– No hay nada que poder, sólo dejarse. ¿O sólo sabes decir no puedo?
– No sé, déjame. ¡Suéltame! – Ahora sí grita el anciano, con voz muy aguda y nasal.
– Yo sólo quiero acompañarte, ofrecerte un poco de lo que tú y yo no nos hemos dado nunca, cariño, ternura. No me lo rechaces, no rechaces la calidez de los que te queremos, no renuncies a nuestra ayuda, estamos contigo, para ayudarte. ¿Es que no lo ves? Deseamos acompañarte en lo que sea que te quede. Pero, por favor, déjate.
– No puedo, no puedo, no puedo –lloriquea el viejo. El más joven le ayuda a volver al asiento. El anciano va arrastrando los pies, encorvado, tembloroso, hasta sentarse en un ademán final, casi espasmódico, como de triste insecto enredado en una tela de araña.
– Mátame, te lo suplico, mátame –implora. –No hay remedio, no, no puedo hacer nada.
– ¿Pero qué dices? Por favor, por favor.
El hombre más joven se yergue, mira hacia el horizonte, las montañas al fondo, los campos ya cosechados, el pequeño pueblo. Siente en el rostro la brisa que hace cantar los árboles, oye unos ladridos lejanos, y cierra los ojos un momento. Nadie diría que ora, pero eso es lo único que le queda.

EL INICIO DEL CAMINO INTERIOR

Sé que por aquí hay mucha gente que lleva realizado ya un trabajo espiritual grandioso. Para ell@s no es este texto porque se les va a quedar muy cortito. Mi intención es hablarle a aquellas personas que quieren comenzar o recién han empezado su camino de trabajo interior, y que ante las muchas dificultades, dudas y resistencias, se debaten entre seguir adelante o dejarlo.
Soy una persona que tenía una orientación inicial muy en la línea del conocimiento ortodoxo y científico, trabajo desde hace años como profesor de informática en un instituto público, estoy completamente acostumbrado al pensamiento científico, y antes recelaba inmediatamente de cualquier cosa que no fuese demostrable, mensurable, reducible a un conjunto de ecuaciones, etc., es decir yo era un perfecto ejemplar de “normótico”, de mente lógica y ordenada, pensamiento a ras de suelo y, lo más importante, un ser humano manifiestamente infeliz.
Así que comencé mi búsqueda y probé aquí, y allá y todavía más allá. Y me encontré con todo tipo de grupos de trabajo interior, terapeutas, maestros y escuelas del espíritu. Fui venciendo poco a poco mis muchas y muy fuertes resistencias, ya que tu propio inquisidor interior es a veces el obstáculo más difícil de superar. De algunos sitios salí por piernas al poco de comenzar, pero en otros lugares encontré mucho bien, mucha paz interior, y un auténtico camino de transformación. Yo sí he experimentado y experimento esa transformación, y de corazón creo que es para mi bien. Creo que el principal maestro está en nosotros, y su báculo de sabiduría se apoya en nuestro corazón y en nuestra mente consciente. Pero ese maestro interior necesita del estímulo y la experiencia del exterior, de otros seres de sabiduría, de vivencias ricas y contrastadas, de trabajo físico, emocional y mental, de desarrollo de la sensibilidad, de la escucha, del amor.
Hoy existe un auténtico desparrame de maestros espirituales de todo tipo y condición pululando por el mundo. Internet ha potenciado enormemente la capacidad publicitaria tanto de personas de ética irreprochable como de desalmados sinvergüenzas expertos en vender en el supermercado espiritual. Hay muchísimo copipega también en el mundo del crecimiento interior, gente honrada pero que contribuye a la enorme confusión, postulando teorías universales a partir de uno o dos casos probados, inventando verdades irrefutables, o retransmitiendo a los cuatro vientos, en un correveidile inverosímil, cualquier tontería que leen o escuchan por ahí.
Por otro lado hay auténticas cruzadas anti-espíritu, batallas que no solamente se libran en grandes escenarios, sino que llegan hasta nuestros hogares. Quién no conoce el caso de parejas en las que uno está por el trabajo espiritual y el otro se opone tercamente, llegando incluso al extremo de obligar a su pareja a optar entre la vía del espíritu o seguir con él o ella. No me refiero a los que simplemente no creen nada porque no necesitan creer, porque sólo se mueven en los planos más densos de la existencia, en lo físico primario, en lo instintivo.  No, hablo de los que critican cualquier intento de trabajo espiritual argumentando su falta de soporte científico, calificando lo no material de inexistente o, incluso, afirmando que todo lo que huela a espiritual pertenece directamente al vasto conjunto de patrañas que han poblado y pueblan el universo de las creencias humanas. En mayor o menor medida, según estos cruzados anti-espíritu, toda sensación, percepción, teoría, creencia, etc., que no sea demostrable científicamente es poco más que un juego de ignorantes para pasar el rato, y denuncian que lo que hay es un enorme montaje puesto a punto por desalmados embaucadores para vivir, bastante bien en algunos casos, a costa de la credulidad de gentes bienintencionadas pero poco inteligentes, que necesitan de ese “algo más” que no se encuentra dentro de los límites de la ortodoxia científica. 


Pues bien, yo, desde mi humilde pero gratificante experiencia, animo a aquellos que tienen inquietud espiritual a que sigan, desde su corazón, esa intuición, a que no se paren sea cuales sean las dificultades que se les presenten y a que, usando toda la ayuda personal, todas las herramientas que el mundo actual pone a su alcance, busquen, con discernimiento y mucha atención a las vías incorrectas y a los posibles fraudes, las escuelas, terapias, actividades, lecturas, amistades, círculos de trabajo interior, etc., que les van a permitir trabajar en el arduo camino del crecimiento interior. Porque lo que está en juego es ni más ni menos que todo lo que de valor verdadero hay en la vida, el conocimiento de nosotros mismos, nuestra capacidad de dar amor, nuestra paz interior, nuestra alegría de vivir, la posibilidad de conectar con el resto del Universo y, en definitiva, las opciones que tenemos de encontrar una existencia dichosa y completa. Se trata de una total y definitiva revolución interior, que cambiará para siempre nuestra forma y sensación de vivir.
Y en cuanto a los de la cruzada, aquellos a los que les parece aberrante confiar en lo que no tiene soporte científico, aunque lo estemos sintiendo, vivenciando, experimentando con total nitidez en nuestra existencia, decirles que su postura me parece como la de aquel comensal que si no tenía la receta no le daba ningún valor al puchero de la abuela, aunque le supiera a gloria. O, más todavía, a la de aquel aprendiz de cocinero al que lo que de verdad le interesaba era la receta, y no el plato. ¿Es que acaso hay alguien que sea capaz de experimentar la vivencia físico-mental-emocional de saborear un guiso solamente a partir de la lectura de su receta? O incluso más allá, ¿hay alguien que desee sustituir el guiso por la receta, pensando que lo que en realidad vale es la mecánica del proceso y no el resultado? Pues eso me parecen a mí los valedores a ultranza del integrismo científico. Y tiene su gracia, porque en el caso que nos ocupa, el plato es la vida misma, el aderezo pura magia, y el cocinero, Dios. Así que la receta, a mí personalmente, me importa un rábano.
Un abrazo enorme, precios@s.

miércoles, 13 de agosto de 2014

MAREJADA DE EMOCIONES

Ayer estuve en una playa preciosa y salvaje. Si eres de por aquí la conoces casi seguro. Calblanque. Había un oleaje imponente.
Pusimos las toallas a varios metros de la orilla, pero poco a poco las olas se iban acercando. Como un juego de niños levantamos un muro de arena intentando evitar que el agua llegase a nuestras cosas. Pero, por supuesto, todo fue en vano. Las olas, como inmensos bueyes de plata, arrasaron una y otra vez nuestro escudo protector.
Y entonces sentí que el oleaje eran mis emociones y el muro mi mente.

martes, 12 de agosto de 2014

RELACIONES DE PAREJA CONSCIENTES

Hoy he releído un largo artículo del escritor Michael Brown sobre las relaciones de pareja. Se llama “Relaciones conscientes”. Lo recomiendo encarecidamente a tod@s aquellos a l@s que interese el tema de las relaciones de pareja “maduras”. Me pregunto muy a menudo, y creo que no soy el único, por qué son tan importantes para nosotros este tipo de relaciones, y por qué resulta tan arduo llegar a una relación de pareja realmente madura, y buenas pistas sobre cómo responder a ambas preguntas nos las da el autor a lo largo del artículo. Brown afirma que nuestra pareja puede convertirse en el mejor entrenador personal en el camino de la conciencia. Trabajar el encuentro, la honestidad, la vulnerabilidad, y otros muchos factores vitales para la expansión de la conciencia,  con la facilidad, intensidad, y rapidez de resultados que se pueden obtener en pareja, parece que es bastante más difícil fuera de ahí. Y en cuanto a por qué resulta tan arduo, el autor defiende que es por el mismo motivo que resulta difícil crecer en conciencia, porque para entrar en una relación madura es necesario previamente trabajarnos internamente en el plano emocional, hasta trascender el papel de niños y niñas, con el que es imposible establecer relaciones conscientes, y convertirnos en seres emocionalmente adultos.
El texto está trufadito de perlas de sabiduría. Quizás muchas sean ya tópicos en la literatura del crecimiento personal, pero no por ello dejan de ser perfectamente válidos. Brown habla de “hombres y mujeres”, emocionalmente adultos, en contraposición a “niños y niñas”, que es como estamos la mayoría, con cuerpos maduros, o muy maduros, y corazón infantil.
Ahí van un par de ellos:
* “La intención de experimentar intimidad auténtica, es el viaje interior que nos lleva más allá de la pesadilla de tratar de emular a las generaciones anteriores viviendo felices para siempre". Por lo general, solo estamos listos y dispuestos a considerar este viaje, a acercarnos a una `relación consciente` con alguien más, cuando nuestras ilusiones se han destrozado. El hecho de que nuestras ilusiones se destrocen con relaciones 'fallidas', es el llamado de Dios para despertar”
* “Nuestro viaje hacia la intimidad auténtica no tiene que ver con encontrar a la pareja perfecta; tiene que ver con convertirnos en la pareja perfecta. No se trata de obtener amor; se trata de acordar crecer como un hombre o mujer que está listo y dispuesto para dar amor incondicionalmente. No tiene que ver con 'vivir felices para siempre'; tiene que ver con comprometerse a una relación en la que la intención sea 'estar presente y tan consciente como sea posible en cada momento que se presente'. No se trata de encontrar a alguien con quien apoltronarse y establecer una rutina inconsciente; se trata de estar dispuestos a unirse a alguien en la carrera hacia dentro y hacia arriba, como una ruta consciente de entrada al reino vibratorio.”


No sigo porque me parece que lo realmente interesante es leerlo entero para poder apreciar en su totalidad el magnífico desarrollo argumental de Michael Brown. No os perdáis el final, una explicación muy potente sobre los arquetipos de José, la Virgen María, Jesús y María Magdalena y su relación con el desastre emocional de las relaciones de pareja. A mí me ha tocado la fibra, bien dentro.
Ah, y por cierto, tenéis el artículo completo en http://www.thepresenceportal.com/Spanish%20-%20Conscious%20Relationships%20II.htm
Os abrazo herman@s.

lunes, 11 de agosto de 2014

POR QUÉ NO QUIERO ACABAR CON MI EGO

Orígenes de Alejandría, uno de los “padres de la Iglesia”, allá por el siglo III, decidió que sus testículos eran una especie de caballo de Troya, colocado en su cuerpo por el mismísimo diablo, y en un rapto de enajenación mental se castró a sí mismo. A lo largo de la historia ha habido siempre personajes, más o menos influyentes, que han considerado que al ser humano le sobra algo, y que eso de lo que puede prescindir es fuente de males diversos. A la vez no han tenido el menor empacho en afirmar que el ser humano está hecho a imagen y semejanza de Dios (aunque yo pienso exactamente lo contrario, que el dios “popular”, por ejemplo el Dios Cristiano, está hecho a imagen y semejanza del hombre), viviendo alegremente con tan contundente paradoja convertida en dogma de fe.

Pero no voy a hablar de testículos, sino de ego. No hay gurú que se precie que no pontifique sobre lo dañino que es el ego, sobre cómo nuestra única opción para la iluminación es destruirlo completamente, pues de no ser así nunca va a dejar que nos realicemos. Hay algo muy adentro de mí, una especie de intuición resonante, que me dice que no puede ser del todo así, que el Universo, el Todo, el Logos, el Divino, Dios … como queráis llamarlo no se puede haber equivocado tanto como para que el conjunto de los seres humanos tengamos algo tan dañino incorporado a nuestro bagaje psicológico básico.

Pero ¿qué es eso del ego según esta corriente “castracionista”? Resumiendo, podríamos decir que es algo así como un falso ser, un falso yo-mismo, construido a base de miedos, carencias, envidias y demás mecanismos psicopatológicos, y que tiene un pavor terrible a dejar de ser el centro de nuestra existencia. Este falso yo es alimentado continuamente con deseos, sufrimiento psicológico, recuerdos insanos, proyecciones de futuro, y demás, y continuamente nos está alejando de nuestro “ser verdadero”, no dejándonos avanzar por el camino de la realización, y sacándonos de la presencia, es decir de la vivencia del único momento que de verdad existe, el puro ahora. Además, para autoafirmarse el ego continuamente nos lleva a posturas enfrentacionistas y separacionistas, hace que estemos en permanente conflicto con el resto de la Creación, pues sólo así puede justificar su existencia. El ego tiene su gran aliado en la comúnmente denominada mente, que es la encargada de su alimentación, aunque de la mente me gustaría hablar en otro post. 


¿Estoy yo en contra de todo esto? En modo alguno. Me parece que es una definición bastante adecuada. Pongamos que hay un “ser verdadero”, que está ahí, en el no-espacio y no-tiempo, inmutable, permanentemente presente, un pedacito de la conciencia cósmica universal, algo que se conecta a nuestro ser de carne y hueso a través de delicados canales energéticos muy relacionados con el sistema nervioso central, con el cerebro y sus órganos asociados, que no serían otra cosa que un sofisticadísimo equipo de comunicaciones. Llamemos “alma” a ese “ser verdadero”, del que no creo que sea necesario decir que es puro, perfecto, luminoso, con toda la energía del amor universal, y en permanente y total fusión con el Todo. Entonces ¿cuál es el problema? ¿por qué no podemos renunciar al ego totalmente para entrar en la perfecta iluminación?

Pues bien, mi propuesta crítica se refiere sólo a una cuestión de contexto y de alcance. Creo que el ego no es tan malo como se plantea, que también forma parte de nuestro ser, al menos del ser físico-emocional que habita el planeta Gaia, y que el error principal está en que lo estamos usando mal, sacándolo de su campo adecuado de uso, de su función útil, que es la de un servidor, y convirtiéndolo en el enfermo amo y señor de nuestra existencia. El ego surge a muy temprana edad, cuando el niño comienza a comprender que es un ser diferente al resto, que hay límites, y separación, al menos en lo físico y lo emocional, y se siente vulnerable y desvalido, e inventa un conjunto de mecanismos de defensa psicológica, sin los cuales, en la mayoría de los casos, estaría abocado a la aniquilación emocional. El ego se crea pues ante la necesidad psicológica de defensa de la intimidad que se ve bruscamente separada de la seguridad de la conexión con la madre, en lo que constituye un proceso evolutivo completamente natural y razonable. El problema está en que luego, cuando vamos creciendo, no hay nadie que nos diga que esa coraza, esa herramienta de delimitación de lo que “yo soy” frente a lo que “no soy”, al menos en el plano emocional, es eso, una herramienta, no el auténtico yo. Desgraciadamente no existe, o al menos no se ha universalizado como otros tipos de educación, una verdadera formación emocional y espiritual, algo que incida en la maduración del ser humano como un ente holístico basado en un plano físico innegablemente importante, sujeto, fortísimamente por cierto, a emociones, y que ansía, que aspira, a una conexión con el Todo, en el plano puramente espiritual. Esta formación debería servir para poner al ego en su sitio.

Al igual que mi piel está ahí, conectándome y a la vez separándome del resto del mundo físico, el ego tiene su función equivalente en el mundo emocional. Al igual que cuido mi piel, que la lavo, nutro, visto, e incluso decoro, y qué maravilla cuando me trae el contacto del mundo exterior, y particularmente de los otros seres humanos, pues igualmente podría hacer con mi ego, cuidarlo, liberarlo de impurezas, etc., si entendiese su verdadera función. Lamentablemente el mundo actual que podemos calificar como “normótico” se dedica a crear una ininterrumpida corriente de señuelos emocionales que se añaden como excrecencias aberrantes a nuestro ego, convirtiéndolo en el monstruo al que antes me he referido, el monstruo al que critican la mayoría de las escuelas espirituales. Pero yo creo que la aniquilación no es la vía, al igual que la castración no lo era en el siglo III. Siento que el trabajo a realizar es similar al que hacemos con la piel. Primero habría que lavar, eliminar parásitos, los enormes parásitos que la sociedad mediática y consumista inocula en nuestro ego, y luego, cuidarlo, abrazarlo, darle todo nuestro amor, considerarlo como uno más de nuestras partes útiles, y saber que su función es meramente de límite-contenedor-conector con el resto del mundo emocional.

Si me enamoro, me enamoro, y no creo que sea mi alma la que se está enamorando, sino, cuidado que viene la herejía, mi ego, realizando su función de conexión con otro ente físico-emocional, con otra linda personita por la que tiemblan mis huesitos (y mi ego). Es muy posible que el alma dé su bendición a mi intento de conexión en los planos físico y emocional, que creo que de eso va el enamoramiento, con otro ser de mi especie, y que en el plano espiritual, mi alma y la suya “sonrían”, al particular modo de las almas puras, pues ellas ya están absolutamente conectadas entre sí. Es también muy posible que después del adecuado proceso de adiestramiento y crecimiento personal, algo en mí, digamos una “mente superior”, un observador intensamente consciente, contemple ese proceso de enamoramiento y lo considere algo bello, pero propio de un plano mas bien terrenal, al igual que hermoso es cuando dos cuerpos se besan, abrazan y acarician. Sin embargo, estoy seguro de que en ningún momento a esa “mente superior” se le podría ocurrir que a los protagonistas de esa conexión emocional, a nuestros egos, amada mía, habría que aniquilarlos.

sábado, 9 de agosto de 2014

MELOCOTÓN

De todas las frutas de verano me gusta el melocotón,
pero cuando de verdad lo adoro es cuando tú lo comes,
piel de terciopelo en llamas,
con esa carita inocente de estar comiendo fruta,
carne jugosa y tan frutalmente dulce,
abres tu boca y entonces soy un ser a cámara lenta,
soy el melocotón esperando el fatal momento,
en que me tomas para entrar en ti,


y mi aroma te inunda como un manantial templado,
nácar anaranjado de mi esencia,
y esos labios tuyo temblando gloriosamente,

rebosando jugo fresco que desborda por tu rostro,
entonces ya no soy melocotón,
soy mi lengua, barca feliz navegando esos arroyos,
o muro de presa incapaz de represar nada,
y bebo de ti y me ahogo en ese zumo.
Miguel

miércoles, 6 de agosto de 2014

REENCUENTRO

Y a pesar de todo, la mirada adentro, el sentimiento de que soy y punto, de que la felicidad no es un don sino un estado, digo que a pesar de todo creo en la caricia de las cuerdas que danzan con el viento, en un patio al sur, nocturno de jazmín, promesas y magia, en nuestras manos trazando caminos de ternura en la piel caliente, en mariposas eléctricas rompiendo el horizonte del silencio con esa vibración que nos une como un cordón umbilical entre iguales, en sostener tu mirada que quema, sintiendo crecer en mi los zarcillos de la yedra que anudará de nuevo nuestras almas, y en reconocerme en ti, y temblar por ser tú, no por reconocerme. 
Sé que somos viejos, como las estrellas, o quizás más, que no es la primera vez, que hace mucho tú me mataste en otra vuelta de la rueda, que yo fui tu padre y después tu esclava, y un día te salvé cuando ya te rozaban las yemas oscuras de la nada. Todo eso pasó, patético, glorioso, anecdótico o indiferente, caminos como hilos en el laberinto trenzando un tejido de múltiples existencias. Sé que nos hemos encontrado con otros, que siendo únicos no hemos sido ni seremos sólo el uno para el otro, pero igual que siento el beso fresco de la brisa, percibo la energía que cabalga entre nosotros con esa rara intensidad de lo genuino, de lo que no tiene parangón con nada. 
Bienvenida a mi vida, otra vez te estaba esperando.