miércoles, 13 de agosto de 2014

MAREJADA DE EMOCIONES

Ayer estuve en una playa preciosa y salvaje. Si eres de por aquí la conoces casi seguro. Calblanque. Había un oleaje imponente.
Pusimos las toallas a varios metros de la orilla, pero poco a poco las olas se iban acercando. Como un juego de niños levantamos un muro de arena intentando evitar que el agua llegase a nuestras cosas. Pero, por supuesto, todo fue en vano. Las olas, como inmensos bueyes de plata, arrasaron una y otra vez nuestro escudo protector.
Y entonces sentí que el oleaje eran mis emociones y el muro mi mente.

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