
La paciencia es una labor de puntada chiquita. Avanza con su pasito de caracol mientras tú, como poco, esperas ser teletransportado. Segundos en los que caben minutos, que podrían ser horas, o meses, o eras. Y a mí me parece que todo sigue igual, que nada se ha movido. Y cuando lo que zurces son los jirones de tu corazón, una bruma espesa como plomo líquido te lastra el alma. Y aunque sabes que el Universo premia a quienes confían, hay ocasiones en que desearías hundirte en una sima sin fondo y acabar para siempre. Pero no hay nada que permanezca, todo fluye y se transforma. Y un día compruebas incrédulo que el ciclo se cerró y el fruto maduro reposa a tus pies, y que todo tenía un por qué, las esperas, lo que amargaba, el dolor, la rabia, la orilla que nunca alcanzabas.
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