jueves, 14 de agosto de 2014

EL INICIO DEL CAMINO INTERIOR

Sé que por aquí hay mucha gente que lleva realizado ya un trabajo espiritual grandioso. Para ell@s no es este texto porque se les va a quedar muy cortito. Mi intención es hablarle a aquellas personas que quieren comenzar o recién han empezado su camino de trabajo interior, y que ante las muchas dificultades, dudas y resistencias, se debaten entre seguir adelante o dejarlo.
Soy una persona que tenía una orientación inicial muy en la línea del conocimiento ortodoxo y científico, trabajo desde hace años como profesor de informática en un instituto público, estoy completamente acostumbrado al pensamiento científico, y antes recelaba inmediatamente de cualquier cosa que no fuese demostrable, mensurable, reducible a un conjunto de ecuaciones, etc., es decir yo era un perfecto ejemplar de “normótico”, de mente lógica y ordenada, pensamiento a ras de suelo y, lo más importante, un ser humano manifiestamente infeliz.
Así que comencé mi búsqueda y probé aquí, y allá y todavía más allá. Y me encontré con todo tipo de grupos de trabajo interior, terapeutas, maestros y escuelas del espíritu. Fui venciendo poco a poco mis muchas y muy fuertes resistencias, ya que tu propio inquisidor interior es a veces el obstáculo más difícil de superar. De algunos sitios salí por piernas al poco de comenzar, pero en otros lugares encontré mucho bien, mucha paz interior, y un auténtico camino de transformación. Yo sí he experimentado y experimento esa transformación, y de corazón creo que es para mi bien. Creo que el principal maestro está en nosotros, y su báculo de sabiduría se apoya en nuestro corazón y en nuestra mente consciente. Pero ese maestro interior necesita del estímulo y la experiencia del exterior, de otros seres de sabiduría, de vivencias ricas y contrastadas, de trabajo físico, emocional y mental, de desarrollo de la sensibilidad, de la escucha, del amor.
Hoy existe un auténtico desparrame de maestros espirituales de todo tipo y condición pululando por el mundo. Internet ha potenciado enormemente la capacidad publicitaria tanto de personas de ética irreprochable como de desalmados sinvergüenzas expertos en vender en el supermercado espiritual. Hay muchísimo copipega también en el mundo del crecimiento interior, gente honrada pero que contribuye a la enorme confusión, postulando teorías universales a partir de uno o dos casos probados, inventando verdades irrefutables, o retransmitiendo a los cuatro vientos, en un correveidile inverosímil, cualquier tontería que leen o escuchan por ahí.
Por otro lado hay auténticas cruzadas anti-espíritu, batallas que no solamente se libran en grandes escenarios, sino que llegan hasta nuestros hogares. Quién no conoce el caso de parejas en las que uno está por el trabajo espiritual y el otro se opone tercamente, llegando incluso al extremo de obligar a su pareja a optar entre la vía del espíritu o seguir con él o ella. No me refiero a los que simplemente no creen nada porque no necesitan creer, porque sólo se mueven en los planos más densos de la existencia, en lo físico primario, en lo instintivo.  No, hablo de los que critican cualquier intento de trabajo espiritual argumentando su falta de soporte científico, calificando lo no material de inexistente o, incluso, afirmando que todo lo que huela a espiritual pertenece directamente al vasto conjunto de patrañas que han poblado y pueblan el universo de las creencias humanas. En mayor o menor medida, según estos cruzados anti-espíritu, toda sensación, percepción, teoría, creencia, etc., que no sea demostrable científicamente es poco más que un juego de ignorantes para pasar el rato, y denuncian que lo que hay es un enorme montaje puesto a punto por desalmados embaucadores para vivir, bastante bien en algunos casos, a costa de la credulidad de gentes bienintencionadas pero poco inteligentes, que necesitan de ese “algo más” que no se encuentra dentro de los límites de la ortodoxia científica. 


Pues bien, yo, desde mi humilde pero gratificante experiencia, animo a aquellos que tienen inquietud espiritual a que sigan, desde su corazón, esa intuición, a que no se paren sea cuales sean las dificultades que se les presenten y a que, usando toda la ayuda personal, todas las herramientas que el mundo actual pone a su alcance, busquen, con discernimiento y mucha atención a las vías incorrectas y a los posibles fraudes, las escuelas, terapias, actividades, lecturas, amistades, círculos de trabajo interior, etc., que les van a permitir trabajar en el arduo camino del crecimiento interior. Porque lo que está en juego es ni más ni menos que todo lo que de valor verdadero hay en la vida, el conocimiento de nosotros mismos, nuestra capacidad de dar amor, nuestra paz interior, nuestra alegría de vivir, la posibilidad de conectar con el resto del Universo y, en definitiva, las opciones que tenemos de encontrar una existencia dichosa y completa. Se trata de una total y definitiva revolución interior, que cambiará para siempre nuestra forma y sensación de vivir.
Y en cuanto a los de la cruzada, aquellos a los que les parece aberrante confiar en lo que no tiene soporte científico, aunque lo estemos sintiendo, vivenciando, experimentando con total nitidez en nuestra existencia, decirles que su postura me parece como la de aquel comensal que si no tenía la receta no le daba ningún valor al puchero de la abuela, aunque le supiera a gloria. O, más todavía, a la de aquel aprendiz de cocinero al que lo que de verdad le interesaba era la receta, y no el plato. ¿Es que acaso hay alguien que sea capaz de experimentar la vivencia físico-mental-emocional de saborear un guiso solamente a partir de la lectura de su receta? O incluso más allá, ¿hay alguien que desee sustituir el guiso por la receta, pensando que lo que en realidad vale es la mecánica del proceso y no el resultado? Pues eso me parecen a mí los valedores a ultranza del integrismo científico. Y tiene su gracia, porque en el caso que nos ocupa, el plato es la vida misma, el aderezo pura magia, y el cocinero, Dios. Así que la receta, a mí personalmente, me importa un rábano.
Un abrazo enorme, precios@s.

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