Cuando despertaba en medio de la noche y acertaba a distinguir las montañas suaves de tu cuerpo, tendido junto al mío, una tentación cautelosa sacudía mis entrañas, mirándote ser, con ese rítmo lento que da curso a la vida, sintiendo tu calor como un envoltorio tierno, mientras tú, seguramente, ya soñabas mundos de ángeles a su lado.

Luego horas que pasaban, emociones lentas, desanudándose en la pereza, configurábamos nuestros mundos, yo te ansiaba, te ansiaba ... y los reinos binarios atenazaban mis tejidos tibios, sin hallar el punto preciso que pudiera invertir la causa de los débiles, mientras tú, seguramente, ya tratabas con él la razón no trivial que se esconde en el Sexo Sagrado.
Recuerdo cuando entendí que el Universo colapsaba en la curva de tus labios, cuando tuve tus caderas, y mis besos, como pequeñas impaciencias torpes, alimentaban el arroyo breve del placer, y de tus gozosas explosiones tenues y mis cantos roncos, guardaré para siempre un registro hermoso en el cofre oscuro de mi alma.
Al final te alejaste, sentías amor cosmogónico, yo sólo veía trigo verde en tu mirada, pulsándome adentro, en los cauces rojos que apacientan la vida, mientras tú, seguramente, querías hacer aflorar junto a él al Ser celestial que habita en ti, y yo como un pirata herido al final de la lucha, preferí, ya sin corazón, hundirme lentamente, en este mar informe donde aun busco la paz.
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