domingo, 28 de diciembre de 2014

MI GUERRA CIVIL

En el sueño no consigo calmar ese angustioso tirón que derrota mis defensas cada vez que su sabor de miel sólida y vinagre de manzana, su aroma agreste y el tacto eléctrico de su piel prohibida, o la lluvia estival de esa voz rasgada y cálida, se me vienen a la cabeza y me llenan el corazón de sensaciones (sudor fruto de la madreperla, tensión pujante y perfecta relajación, ritmo exacto de poderosa fragua, mientras el camino al Paraíso sube y se estira recreándose delante nuestro, y el Universo se curva dolorosamente en sus caderas perfectas). 
Cada pocos minutos, día a día semana a semana, durante mucho, mucho tiempo.
Puede que hoy haya una pequeña tregua, pero esto es una guerra civil, un mano a mano rojo y mortal de yo contra yo mismo, mi dignidad resistiendo apenas en un bando, un poco altiva todavía, pero desangrándose, maltrecha y casi condenada. Lo que no me reconozca me será negado por casi todos, y yo practico la estricta disciplina anti-plagas del corazón: sirena desgarra almas, no dirigirme a ella, manifestarle así mi saludable obsesión, mi ardorosa indiferencia, el enamorado desapego con que me marcho aguardándola. En el otro bando el deseo, el sentimiento y la emoción, animales y ciegos, puede que indiscriminados, batido de hormonas y neurotransmisores que aúllan, anudados, prietos, aceitados, confusos, río inflamado por este monzón de invierno.
Y en medio del inmenso campo la última esperanza: la magia. Está ahí y ambos somos intensamente conscientes de ello. Puede cambiarlo todo. Va a cambiarlo todo.
Mientras tanto amablemente nos ignoramos.

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