Hoy no soy el mismo de ayer. Siempre ocurre pero hoy más. Me queman las
manos anudadas en torno a ese hilo de sangre roja, y los labios rojos, y
el corazón de amapola, y me siento como un objeto estelar pequeñito que
ha visto atrapada su órbita, libre y vagabunda, por una intolerable
singularidad cósmica que no deja escapar nada, ni siquiera la luz que
brilla en nuestras miradas. Y como yo no soy más que ese nada, sé que
pronto atravesaré el horizonte de sucesos de los fotones cautivos, que
no habrá posibilidad de volver atrás, que me hundiré en esta negación
del espacio-tiempo, en caída libre hacia esa proyección de ti que está
dentro de mí, hasta la completa aniquilación, hasta la fusión total.
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