Pongamos que aunque deje poso todo pasa. Y en esas estamos, ya en Santiago, desde tiempos remotos un sitio mágico de cuyo poder hechicero tuvo a bien apropiarse la inefable iglesia católica, mediando la inevitable transformación de energías por absoluciones y bulas, y devas milenarios por santos de mirada triste.
936,13 km. de bicicleta, genial la Scott, ha aguantado, conmigo encima, todos esos kilómetros, de los que casi todos han sido por senderos y pistas, los infinitos saltos, frenadas y golpes, el polvo y el agua, el barro, las interminables jornadas de sol.
Han sido muchas muchas horas de rutas variadísimas. El magnífico encanto de conocer personas, siempre especiales, y más por estas veredas. Y ni un percance, accidente, avería o revés digno de mención. Sentirme nómada, libre, volar sin lugar fijo al que poder volver a resguardarme, reflexiones y meditación, recogimiento, expansión de los sentidos ante una naturaleza magnífica, alegría de reconocerme en el otro, puesta a prueba de mi capacidad física hasta la extenuación, sentimientos encontrados, soledad bendita, y maravillosa compañía. Colorines en los campos, polvo y luz del amanecer, vaquitas ligeras de vientre que te hacen jugar como un niño a sortear lo que no quieres pisar, no siempre con el resultado previsto, kilómetros de sed y riachuelos más profundos de lo que esperaba cuando decidí cruzarlos con la bici, y algún borrachuelo malencarado a las siete de la mañana después de la noche de fiesta mayor en su pueblo.
Un camino mágico, por fuera, y por dentro. Satisfacción y emoción, y un gratísimo tener presente también a aquell@s que no vinisteis conmigo, pero a quienes retornaré, un poco más viejo y curtido, y espero que mucho más capaz de valorar la amistad, todo lo que de verdad vale en esta existencia y que adquiere su verdadera dimensión cuando viajamos así, tan ligeros de equipajes, tan sin propiedades a las que asirnos que sólo nos queda el amor.
Así que agradecido por tanta bendición.
936,13 km. de bicicleta, genial la Scott, ha aguantado, conmigo encima, todos esos kilómetros, de los que casi todos han sido por senderos y pistas, los infinitos saltos, frenadas y golpes, el polvo y el agua, el barro, las interminables jornadas de sol.
Han sido muchas muchas horas de rutas variadísimas. El magnífico encanto de conocer personas, siempre especiales, y más por estas veredas. Y ni un percance, accidente, avería o revés digno de mención. Sentirme nómada, libre, volar sin lugar fijo al que poder volver a resguardarme, reflexiones y meditación, recogimiento, expansión de los sentidos ante una naturaleza magnífica, alegría de reconocerme en el otro, puesta a prueba de mi capacidad física hasta la extenuación, sentimientos encontrados, soledad bendita, y maravillosa compañía. Colorines en los campos, polvo y luz del amanecer, vaquitas ligeras de vientre que te hacen jugar como un niño a sortear lo que no quieres pisar, no siempre con el resultado previsto, kilómetros de sed y riachuelos más profundos de lo que esperaba cuando decidí cruzarlos con la bici, y algún borrachuelo malencarado a las siete de la mañana después de la noche de fiesta mayor en su pueblo.
Un camino mágico, por fuera, y por dentro. Satisfacción y emoción, y un gratísimo tener presente también a aquell@s que no vinisteis conmigo, pero a quienes retornaré, un poco más viejo y curtido, y espero que mucho más capaz de valorar la amistad, todo lo que de verdad vale en esta existencia y que adquiere su verdadera dimensión cuando viajamos así, tan ligeros de equipajes, tan sin propiedades a las que asirnos que sólo nos queda el amor.
Así que agradecido por tanta bendición.
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