viernes, 13 de marzo de 2015

AHORA QUE RECUERDO MIS SUEÑOS

Estoy volviendo a recordar mis sueños, y me encanta, porque me sentía un poco huérfano de ilusión al no poder evocar ese universo caótico, mágico, pesadillesco o delicioso, en el que nos zambullimos al desconectar la conciencia, y porque el no recordar los sueños que se arrastran por la oscuridad potenciaba en mí, quizás por la vía metafórica, la sensación de que sus hermanos de sangre, los sueños de luz, los que nos motivan a avanzar, tampoco iban muy sobrados.
El de esta noche ha sido de los recurrentes, y puede parecer curioso que diga esto cuando llevo años en los que prácticamente no recuerdo ninguno, pero es que el hecho de que rememore este último como quien recapitula una peli al salir del cine, me ha traído a la memoria otros muchos, similares, que han aparecido como ovejitas descarriadas que vuelven al redil tras la estela de la oveja lista, toda blanca ella, que rescata a sus hermanas para quedar bien ante el padre pastor. 

Ascensores e instituciones de poder, je je, vaya un sueño romántico el mío. Y es verdad, aunque me encantaría tener deliciosos sueños eróticos parece que no hay forma, pues el trending topic de mis noches son ascensores con los que me muevo por dentro de edificios de empresas, o algo así, donde yo sé que se maneja algún tipo de poder ominoso que nos afecta a todos los humanos. Y yo me cuelo allí siempre a hurtadillas, como un ladrón, aunque no robo nada. Pero la sensación de delincuente en ciernes, de desenfocada culpa, me acompaña en todo el intrincado trayecto por los intestinos del poder. 
Nunca le he tenido miedo a los ascensores, ni soy particularmente claustrofóbico, pero los de mis sueños tienen una peculiaridad, y es que nunca sabes cómo se van a desplazar, no sólo suben y bajan, sino que a veces su trayectoria se ve quebrada por un súbito ángulo imposible, o se desplazan en diagonal, o sientes como te centrifugan sus demenciales giros. Tengo que mirar de qué va esto.

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