viernes, 19 de junio de 2015

PEDRUSCOS

La sensibilidad, como todas las cosas importantes que crecen y dan fruto, hay que cultivarla. Y se cultiva en la alteridad, en el otro, en atenderlo, escucharlo, sentirlo, acariciarlo, y se percibe también en lo otro que está fuera, seres y cosas. Y esos de afuera cuando los acaricias te acarician, siempre, por activa o por pasiva. Es cierto que para ello tenemos que afinar nuestros sentidos, que sintonizarlos con las ondas que nos llegan, que estar a bien con nosotros mismos, pero siempre es un trabajo de doble sentido, siempre, pues cuando sólo nos dedicamos a miramos el ombliguito, incluso cuando buscamos esa especial "esencia del ser", o lo que coño sea que hay ahí en nuestro profundo interior, corremos un serio peligro de volvernos como pedruscos, seres anestesiados con el corazón cubierto de escarcha.

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